La enfermedad de la gota, también conocida como artritis gotosa, se caracteriza por la acumulación de ácido úrico en la sangre, lo cual provoca inflamación en las articulaciones manifestándose como hinchazón, enrojecimiento, calor o rigidez en las mismas.
Para el tratamiento es fundamental llevar una alimentación adecuada y saludable, así como mantener un peso corporal dentro de rangos saludables.
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Contenido
Síntomas y Alimentación para la Enfermedad de la Gota
Los factores desencadenantes de la enfermedad de la gota son el exceso de producción de ácido úrico por parte del cuerpo y/o la incapacidad del organismo para eliminarlo adecuadamente. Este ácido surge principalmente de la descomposición de purinas, sustancias presentes tanto en los tejidos del cuerpo como en ciertos alimentos.
En condiciones normales, el ácido úrico se disuelve en la sangre, se elimina a través de los riñones y se excreta en la orina. Sin embargo, en ocasiones puede formar cristales que se acumulan en las articulaciones, ocasionando dolor y otros síntomas característicos de la gota.
Principales Factores de la Enfermedad de la Gota
Los principales factores de riesgo asociados con la enfermedad de la gota son diversos:
- Una dieta alta en purinas, que son sustancias que se encuentran en algunos alimentos y que pueden contribuir a la acumulación de ácido úrico en el cuerpo, desencadenando así los síntomas característicos de la enfermedad.
- Antecedentes familiares aumentan la probabilidad de desarrollarla, ya que existe una predisposición genética que puede influir en la producción y eliminación de ácido úrico en el organismo.
- La edad es otro factor relevante, ya que la enfermedad puede manifestarse desde la adolescencia hasta la edad avanzada, por lo cual es crucial dedicar atención a una dieta saludable y equilibrada, especialmente en la tercera edad. Sin embargo, es más frecuente en hombres entre los 35 y 50 años, así como en mujeres mayores de 50 años.
- El género también juega un papel importante, siendo la enfermedad aproximadamente cuatro veces más común en hombres que en mujeres.
- Niveles elevados de ácido úrico en la sangre son un indicador de riesgo para desarrollar la enfermedad de la gota, ya que el exceso de este compuesto puede precipitar en forma de cristales en las articulaciones, causando inflamación y dolores en las articulaciones.
- Otros factores de riesgo incluyen la postmenopausia en mujeres, el consumo excesivo de alcohol, enfermedades como la diabetes, enfermedad renal, obesidad, anemia, algunos tipos de cáncer, así como el uso de ciertos medicamentos como la hidroclorotiazida y ciertos diuréticos.
Síntomas de la Enfermedad de la Gota
Los síntomas característicos de la enfermedad de la gota suelen iniciar con el primer ataque, que generalmente afecta al dedo gordo del pie, aunque también puede manifestarse en otras articulaciones como tobillos, talones, rodillas, muñecas, dedos y codos. En sus primeras etapas, estos episodios de dolor son breves, pero con el tiempo se vuelven más frecuentes y prolongados, generando molestias persistentes que pueden durar días o incluso semanas.
Cuando se experimenta un ataque de gota, las articulaciones afectadas se inflaman, vuelven sensibles, se calientan y enrojecen, provocando dolor e hinchazón. En algunos casos, la inflamación puede extenderse a las bolsas sinoviales o a los tendones, dando lugar a afecciones como bursitis o tenosinovitis, respectivamente.
Si la enfermedad progresa sin tratamiento adecuado, los ataques pueden no resolverse completamente, afectando múltiples articulaciones simultáneamente y reduciendo significativamente la calidad de vida del paciente.
Además, los depósitos de ácido úrico pueden formar tofos, que son protuberancias debajo de la piel alrededor de las articulaciones o en áreas como los codos, las puntas de los dedos y las orejas. Estos tofos pueden dificultar el movimiento normal de las articulaciones, ocasionando molestias adicionales y limitando la movilidad del paciente.
Diagnóstico de la Enfermedad de la Gota
El diagnóstico de la enfermedad de la gota puede ser desafiante debido a la variedad de síntomas que presenta. Se basa en una evaluación exhaustiva de los síntomas específicos asociados con la enfermedad y los signos detectados durante el examen físico, así como en los niveles de ácido úrico en la sangre. Se considera hiperuricemia cuando los niveles de ácido úrico superan los 7 mg/dl, lo cual es un indicador importante para el diagnóstico de la gota.
En muchos casos, es necesario realizar una punción articular para extraer líquido de la articulación afectada y confirmar el diagnóstico al observar la presencia o ausencia de cristales de ácido úrico en dicho líquido. Es importante destacar que la gota puede ser confundida con otras condiciones similares, como la pseudogota, que es causada por cristales de fosfato de calcio en lugar de ácido úrico. Por ello, se debe realizar un diagnóstico diferencial con enfermedades reumatológicas como la condrocalcinosis, espondiloartropatías o artritis psoriásica.
Adicionalmente, en pacientes con gota es crucial realizar un seguimiento para detectar posibles complicaciones, como la enfermedad renal, ya que niveles elevados de ácido úrico pueden contribuir al desarrollo de cálculos renales en algunas personas. Este control adicional ayuda a gestionar de manera integral la enfermedad y prevenir complicaciones asociadas.
Tratamiento nutricional para la enfermedad de la gota
El tratamiento nutricional para la enfermedad de la gota se centra en reducir los niveles de ácido úrico en la sangre, lo que a su vez permite la disolución definitiva de los cristales, eliminando así los síntomas y evitando posibles daños articulares a largo plazo. Esta condición puede curarse con el tiempo al alcanzar un nivel óptimo de ácido úrico en la sangre durante un periodo prolongado.
Para lograr esto, es esencial la prevención, un diagnóstico preciso y un tratamiento temprano. El enfoque nutricional se dirige a reducir el peso corporal y el consumo de alimentos ricos en purinas, lo que contribuye a la disminución del ácido úrico en la sangre. Algunas pautas nutricionales incluyen:
- Limitar el consumo de alimentos ricos en purinas como embutidos, carne roja, vísceras, patés, habas, lentejas y pescado azul, y también reducir el contenido de purinas en los alimentos remojándolos en agua.
- Aumentar la ingesta de verduras, hortalizas, legumbres y tubérculos, y reducir el consumo de cereales integrales, pescado, mariscos y huevos.
- Controlar la ingesta de frutas y evitar el exceso de fructosa, como en los zumos de frutas y algunas frutas ricas en fructosa, ya que se relaciona con un mayor riesgo de gota.
- Aumentar la ingesta de líquidos para favorecer la eliminación de ácido úrico por la orina.
- Distribuir adecuadamente las comidas a lo largo del día y evitar ayunos prolongados, ya que pueden elevar los niveles de ácido úrico en sangre.
- Seguir una alimentación rica en calcio y reducir el consumo de sal, alcohol y refrescos edulcorados.
Es importante mencionar que cada persona es única y la alimentación debe adaptarse a sus necesidades y preferencias.
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